Los editores tuvimos la siguiente ocurrencia: proponer a algunos de los más destacados y reconocidos escritores españoles de nuestros días —autores de distintas generaciones y con proyectos literarios muy diversos— que se acercaran al mundo de los animales de compañía y escribieran sobre ellos. Tal vez incluso para nuestra sorpresa, aceptaron encantados.
Algunos de ellos han escrito relatos íntimos y sobrecogedores, otros nos han brindado textos hilarantes. Algunos han escrito sobre sus propias mascotas, otros han preferido escribir sobre sus autores favoritos y los animales que los acompañaron en los buenos y en los malos momentos: Julio Cortázar y su gato Teodoro W. Adorno, Truman Capote y su perro Charlie, Cyril Connolly y sus lémures, Virginia Woolf, sus perros y su tití, un minúsculo mono del Amazonas… O los loros, gatos, patos, armadillos y coatíes de Jane y Paul Bowles.
Un libro, por tanto, sobre los animales y la literatura, los animales y la escritura. Sobre el animal como sombra del escritor, como amigo, como único depositario de unos sentimientos, e incluso de unas ideas, que el autor no osaría compartir con nadie más.
El animal de compañía, por tanto, como compañero literario. Porque quien tiene un perro, un gato, incluso un loro, un canario o un caballo al que se entrega y ama de un modo especial, de alguna manera le está dando la espalda a la comunidad humana, se está retirando a otro lugar, se encierra en un rincón emancipado de las «torturas del tiempo», nuestro mayor enemigo, del mismo modo que hace aquel que se retira a la literatura. El animal doméstico: extraño invitado a los pliegues más íntimos de la propia personalidad, allí donde también la literatura indaga, escruta, se alimenta.