Cuando leo noticias sobre asesinatos, violaciones, palizas, humillaciones y todo tipo de afrentas contra las mujeres, sé lo que siento y sé lo que puede sentir cualquier otra mujer. Siento rabia, asco, indignación e indefensión. Son muchos años viendo lo mismo. Escuchando lo mismo. Son muchas las veces en que se me ha dicho «cuando vayas por la calle lleva siempre una llave preparada entre dos dedos». O «muévete por zonas en las que haya mucha gente». Consejos que no reciben los chicos. Consejos con los que tenemos que vivir nosotras desde que empezamos a salir y que, buscando nuestro propio bien, nos generan un miedo que no desaparece nunca. Y es por eso, porque sé que a los hombres no se les da este tipo de útiles y bienintencionadas recomendaciones, porque es precisamente de ellos de quienes tenemos que huir y protegernos, por lo que me pregunto de verdad: ¿qué siente un hombre cuando lee que un padre ha matado a sus hijas o que un marido ha quemado viva a su mujer? ¿Se siente como yo? ¿Experimenta cada una de esas conmociones, ese horror y esa ira al mismo nivel, con la misma intensidad? ¿Quiere salir corriendo también y hacer algo, cualquier cosa? ¿Entiende que la lucha contra esta crueldad constante no es solo un asunto de mujeres? ¿Se avergüenza? Y me pregunto esto porque jamás me he avergonzado de ser mujer pero he de decir que, cuando leo noticias como las que se han publicado hoy, me planteo muy en serio si no me avergonzaría de ser hombre.