Conchi Moya, mi querida amiga, periodista y escritora, estuvo en la presentación que hicimos en Ámbito Cultural de Mente animal, y ha escrito una crónica de lo que allí hicimos y dijimos en Haz lo que debas, el blog que cultiva casi a diario con reflexiones sobre el «Sahara, literatura, música, radio y algo más».
Conchi ha escrito en su blog: «Adón nos abre los ojos a puñetazos (poéticos). No da opción a la amabilidad, la autocomplacencia, la idealización o la piedad. Aspereza, crudeza pero, a pesar de todo, emoción».
Supongo que no le ha debido de resultar sencillo escribir sobre mí, del mismo modo en que a mí me parece casi marciano escribir sobre ella. Cuando dos personas se conocen desde hace tantos años como nosotras, desde siempre, en realidad, parece que lo que prevalece es la imagen que guardamos de quienes éramos en la época en que compartimos tanto tiempo (horas y horas de clases) y parece que cuesta actualizar esa imagen. Situarse en un ahora tan difícil de atrapar. Es raro hablar del presente y asumir que se nos han ido añadiendo capas de experiencias, con nuevas personas, ideas y gustos. Han pasado siglos desde nuestra lectura de Rebeldes, de Susan E. Hinton, desde la compra de los vinilos de The Smiths y desde la primera vez que vimos Quadrophenia en su casa. Pero todo aquello, los planes, lo que fuimos aprendiendo y descubriendo, sigue resultando a veces más real que nuestras rutinas actuales, sin apenas un momento para respirar. También fue en casa de Conchi Moya donde descubrí Jesucristo Superstar y Tommy. Y menos mal que por entonces teníamos tiempo. Larguísimas horas de cine y música. Hoy, por mucho que nos empeñáramos, no podríamos hacerlo.