jueves, 26 de junio de 2014

Pearl Jam en Viena

Ayer miércoles, 25 de junio. Desde las gradas. Fila 8, asientos 11 y 12 del Wiener Stadthalle.



El setlist, impresionante:

SET 1
Long Road
Can't Keep
Black
Last Exit
Why Go
Spin The Black Circle
Hail, Hail
Got Some
Lightning Bolt
Mind Your Manners
Severed Hand
I Got Id
Amongst The Waves
Rain
Even Flow
Sirens
Wishlist
Rats
Public Image
Do The Evolution
Rearviewmirror

ENCORE 1
The Needle and The Damage Done
Speed of Sound
Footsteps
Elderly Woman Behind The Counter In A Small Town
Daughter
State Of Love And Trust
Brain Of J.
Lukin
Porch

ENCORE 2
Smile
Fuckin' Up
Alive
Baba O'Riley
Indifference



Hace dos años, cuando viajamos a Berlín también para ir a un concierto de Pearl Jam y, de paso, para conocer la ciudad, nos sorprendió la impasible tranquilidad de los berlineses, que no se levantaban de sus asientos, que se quedaban quietecitos sin mover siquiera un pie como se mueve un pie cuando se oye una música conocida. Que no aplaudían ni silbaban ni emitían chillidos de emoción desbordada. Esta vez, en Viena, ha habido más ajetreo a nuestro alrededor, bastante más. Eso sí, siempre con un respeto impresionante. Cuando se levantaron las chicas que estaban delante de nosotros para aplaudir y moverse un poco, con su pelo inmaculadamente austriaco, nos preguntaron con toda la amabilidad del mundo si estando de pie nos dejaban ver, y luego nosotros hicimos lo propio con unos rusos que estaban sentados detrás. Civismo absoluto. En un concierto que fue, desde el principio y hasta la última nota, de lo mejor y más inspirado que he visto y oído en mi vida. Jamás creí que fuera a oír «Rats» en directo, y terminar con «Indifference» después de su habitual versión de «Baba O'Riley», con todas las luces encendidas, fue un regalo. Había leído que Eddie Vedder tenía una rodilla mal y que en conciertos previos no se había movido mucho por el escenario, pero debió de curársele pronto porque en Viena ha saltado, ha corrido, se ha subido a una de las plataformas laterales y luego bajó a saludar al público del otro sector. El sonido fue perfecto y la organización también.

Lo que la organización no pudo evitar fue que nos lloviera, y mucho, ayer por la tarde, después de comer. Una lluvia torrencial de más de una hora. Algo que, según los vieneses, en esta época del año no es normal (aunque unos ucranianos nos dijeron que sí). En cualquier caso, la ropa se secó, el pelo también, y lo que nos ha quedado es la fascinación, el entusiasmo y la constatación de que es una suerte que el grupo siga componiendo y dando conciertos para que podamos seguir escuchando y viendo lo que hacen. En mi historia de devociones musicales, han sido muchas las veces en que he empezado a admirar la música de un grupo que ya se había disuelto, pero con Pearl Jam todo empezó desde el primer momento, desde las primeras canciones y el primer descubrimiento gracias a Paco Pérez Bryan y su programa «De 4 a 3». Disco tras disco, en lo que son ya muchos años. Desde la universidad y hasta hoy. Pasando por distintos trabajos, distintos pisos de alquiler y distintos modos de audio: de la TDK al ipod. Ya nadie se tira desde el escenario hacia el público en sus conciertos. Ya nadie navega sobre una marea de brazos. Ahora pedimos permiso para levantarnos de las sillas y aplaudimos un rato, descansamos otro rato y volvemos a aplaudir. Sentimos que la corriente que nos recorre la espalda al oír temas como «Black» o «Rearviewmirror» es idéntica a la de los 90 (una década que, por lo demás, me interesa más bien poco), pero no hay más que ver sus caras y ver cómo se han transformado ellos para adivinar lo que habremos cambiado también nosotros.

Pero da lo mismo. Crecemos. Aprendemos. Y cantamos:

I had a false belief
I thought I came here to stay
We're all just visiting
All just breaking like waves
The oceans made me, but who came up with love?
Push me, pull me... push me, or pull me out.